Entre Ríos: Ganó Frigerio–LLA y el peronismo, ni “todos juntos”, alcanzaba
Entre Ríos habló sin rodeos. Ganó el armado Frigerio–LLA con ventaja holgada, aun con gente que masculla críticas al gobierno provincial. ¿Amor? Poco. Pragmatismo y espanto, mucho. Del otro lado estaba la misma selfie eterna: Adán Bahl, Guillermo Michel, Rosario Romero, Adrián Fuertes, Eduardo Lauritto, Juan José Bahillo, Gustavo Bordet, Enrique Cresto, Miranda, Juan Carlos Darrichón, Navarro, Hernán Vitulo… y un largo etcétera que ya no convoca a nadie por fuera de la tribuna propia.
El mapa quedó teñido y la discusión se terminó temprano. El oficialismo provincial sumó músculo con la boleta libertaria y ordenó el voto útil; el PJ apostó a la nostalgia y volvió a perder la calle. El “todos adentro” fue, otra vez, todos los de siempre: sellos acumulados, consignas recicladas y promesas que ya no le mueven el amperímetro a un solo independiente.
La escena fue clara: electores que chicanean al gobernador en la sobremesa terminaron votándolo; no por indulgencia, sino para evitar la foto de regreso. El peronismo, mientras tanto, estrenó slogans nuevos con actores viejos. Y cuando la platea pidió una idea fresca, respondió con una reunión de comité.
No es una anécdota: es un veredicto. El peronismo entrerriano perforó su piso histórico de expectativa —ese reflejo de que “en Entre Ríos siempre estamos en carrera”— y quedó atrapado entre su archivo y su espejo. No alcanza con ordenar la fila para la selfie; hace falta un guion nuevo. Con barrio, con programa, con caras que no vengan atadas a los mismos apellidos de veinte años.
Del otro lado, la victoria deja tarea: convertir el envión en gestión y no en siesta. Porque ese voto que hoy eligió continuidad por descarte mañana va a exigir resultados. Y si no los ve, se va a ir igual de rápido.
Entre Ríos lo dijo con todas las letras: basta de listas recicladas. O hay recambio real, o hay irrelevancia. La política puede seguir discutiendo culpas internas; la gente, por lo pronto, ya decidió. Aquí no hubo épica: hubo sentido común. Y a veces duele más que una paliza.

